Cuando yo era niño, me encantaba
ir al circo. Cada vez que una compañía pasaba por nuestra pequeña
ciudad, mis abuelos me llevaban a ver la función. Como a tantos otros
niños, lo que más me entusiasmaba era el despliegue de domadores y
animales: leones, panteras, tigres... El elefante me llama la atención
especialmente. Durante el espectáculo, la enorme bestia hacía despliegue
de su fuerza descomunal, y a pesar de su enorme peso y tamaño, ¡se
mantenía erguido sobre un pequeño taburete! Pero después de la actuación
y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante se quedaba
fuera de la carpa sujeto únicamente por una gruesa cadena que
aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca de madera clavada en
el suelo. ¿Cómo un animal capaz de arrancar de cuajo un árbol con su
propia fuerza no huía, estando sólo sujeto por un trocito de madera
enterrado unos centímetros en la tierra blanda? Alguien me había dicho
que no se escapaba porque estaba amaestrado, pero yo me decía a mí
mismo: "Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?"
Cierto día, acabábamos de salir de la función y pregunté a mi abuelo acerca del misterio del elefante. Me respondió:
-
El elefante de circo no se escapa porque desde muy pequeño ha estado
atado a una estaca como esta. Probablemente, cuando apenas era un
elefantito recién nacido, dedicó tiempo y esfuerzo a empujar y tirar,
tratando de soltarse. Pero como no tenía tanta fuerza como ahora, todo
su esfuerzo no fue suficiente. Pero un día, terrible para su historia,
aceptó su impotencia y se resignó a su destino. El pobre elefante,
enorme y poderos, que acabamos de ver en el circo, no se escapa porque
cree que no puede, y jamás volvió a intentar poner a prueba su fuerza
otra vez...
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