lunes, 27 de octubre de 2014

El elefante encadenado

Cuando yo era niño, me encantaba ir al circo. Cada vez que una compañía pasaba por nuestra pequeña ciudad, mis abuelos me llevaban a ver la función. Como a tantos otros niños, lo que más me entusiasmaba era el despliegue de domadores y animales: leones, panteras, tigres... El elefante me llama la atención especialmente. Durante el espectáculo, la enorme bestia hacía despliegue de su fuerza descomunal, y a pesar de su enorme peso y tamaño, ¡se mantenía erguido sobre un pequeño taburete! Pero después de la actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante se quedaba fuera de la carpa sujeto únicamente por una gruesa cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca de madera clavada en el suelo. ¿Cómo un animal capaz de arrancar de cuajo un árbol con su propia fuerza no huía, estando sólo sujeto por un trocito de madera enterrado unos centímetros en la tierra blanda? Alguien me había dicho que no se escapaba porque estaba amaestrado, pero yo me decía a mí mismo: "Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?"

Cierto día, acabábamos de salir de la función y pregunté a mi abuelo acerca del misterio del elefante. Me respondió:
- El elefante de circo no se escapa porque desde muy pequeño ha estado atado a una estaca como esta. Probablemente, cuando apenas era un elefantito recién nacido, dedicó tiempo y esfuerzo a empujar y tirar, tratando de soltarse. Pero como no tenía tanta fuerza como ahora, todo su esfuerzo no fue suficiente. Pero un día, terrible para su historia, aceptó su impotencia y se resignó a su destino. El pobre elefante, enorme y poderos, que acabamos de ver en el circo, no se escapa porque cree que no puede, y jamás volvió a intentar poner a prueba su fuerza otra vez...

domingo, 26 de octubre de 2014

NO HAY QUE TEMER



Temía estar solo, hasta que aprendí a quererme a mi mismo. Temía fracasar, hasta que me di cuenta que únicamente fracaso si no lo intento. Temía lo que la gente opinara de mí, hasta que me di cuenta de que de todos modos opinarían de mi. Temía que me rechazaran, hasta que entendí que debía tener fe en mi mismo.

Temía al dolor, hasta que aprendí que éste es necesario para crecer.

Temía a la verdad, hasta que descubrí la fealdad de las mentiras.

Temía a la muerte, hasta que aprendí que no es el final, sino más bien el comienzo.

Temía al odio, hasta que me di cuenta que no es otra cosa más que ignorancia.

Temía al ridículo, hasta que aprendí a reírme de mi mismo.

Temía hacerme viejo, hasta que comprendí que ganaba sabiduría día a día.

Temía al pasado, hasta que comprendí que no podía herirme más.

Temía a la oscuridad, hasta que vi la belleza de la luz de una estrella.

Temía al cambio, hasta que vi que aún, la mariposa más hermosa necesitaba pasar por una metamorfosis antes de volar.

Hagamos que nuestras vidas cada día tengan mas vida y si nos sentimos desfallecer no olvidemos que al final siempre hay algo más. 


¿CUÁNTO GANAS AL DÍA?


- Papi , ¿Cuánto ganas por hora?- Con voz tímida y ojos de admiración, un pequeño recibía así a su padre al término de su trabajo.
El padre dirigió un gesto severo al niño y repuso: - Mira hijo, informes ni tu madre los conoce. No me molestes que estoy cansado
•  Pero Papi, - insistía - dime por favor ¿Cuánto ganas por hora?
La reacción del padre fue menos severa. Sólo contestó - Cuatro soles por hora.
•  Papi, ¿Me podrías prestar dos soles? - Preguntó el pequeño.
El padre montó en cólera y tratando con brusquedad al niño le dijo:
•  Así que, esa era la razón para saber lo que gano. Vete a dormir y no molestes, muchacho aprovechado.
Había caído la noche. El padre había meditado sobre lo sucedido y se sentía culpable. Tal vez su hijo quería comprar algo. En fin, descargando su conciencia dolida, se asomó al dormitorio de su hijo. Con voz baja preguntó al pequeño:
•  ¿Duermes, hijo?
•  Dime, Papi, - respondió entre sueños.
•  Perdóname por haberte tratado con tan poca paciencia; aquí tienes el dinero que me pediste, - respondió el padre.
Montaje creado Bloggif•  Gracias, Papi - contestó el pequeño y metiendo sus manitas debajo de la almohada, sacó unas monedas.
•  Ahora ya completé. Tengo cuatro soles. ¿Me podrías vender una hora de tu tiempo? - preguntó el niño.